
En un país donde el catolicismo es minoritario y su mala prensa viene de lejos, los medios investigan a fondo, y a menudo, la vida privada de los cardenales. Y tienen menos escrúpulos que en Italia, España o Francia a la hora de revelar la doble vida de los prelados. A veces, como en Baltimore, el señalado es el entorno del cardenal por sus malas costumbres y sus comportamientos disolutos. El cardenal en cuestión, Edwin Frederick O’Brien, antiguo arzobispo, no quiso contestar a mis preguntas sobre las amistades especiales de su diócesis. Ahora vive en Roma, donde ostenta el título y los atributos de Gran Maestre de la orden ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén (Ahí es nada). Hizo que me recibieran su adjunto, Agostino Borromeo, y su portavoz, François Vayne, un francés simpático que en las tres charlas que tuve con él se encargó de desmentir todos los rumores.
Pero según mis informaciones,recogidas por mis investigadores en una decena de países, un número significativo de “lugartenientes”, “grandes priores“, “grandes oficiales” y “cancilleres” de la orden ecuestre, en los países donde esta representada, serían closeted y “practicantes“. Lo que ha dado pie a que algunos digan que la jerarquía de esta orden es “un ejercito de locas a caballo“